miércoles, 1 de octubre de 2008

LA NAVE SPACIAL

Los géneros y prácticas del arte actual –y por tanto dónde y cómo se muestra- están cambiando al ritmo que cambia la sociedad y su preferencias; al ritmo que cambia el público como “consumidor” de la obra de arte, sea esta teatro, música, pintura o la instalación dentro o fuera de un edificio o espacio público. Un público que, en muchos casos, está demandando de la gestión cultural nuevas prácticas artísticas que generen encuentros, posibilidades de relación y dinámicas en las que tanto el creador como el “observador” puedan compartir no solo la obra de arte y sus polisémicos significados, sino incluso el momento mismo de la creación, es decir: la experiencia del arte.

Cada vez es más palpable que no existe un espacio idóneo o privilegiado, existen una serie de posibilidades complementarias entre si, que demandan del artista autonomía y claridad de criterio en su modus operandi a la hora de definir el espacio pertinente para su trabajo: un mismo artista puede plantear un proyecto en áreas cuyas propiedades espacio-temporales se pueden entender como efímeras, o permanentes en las que se incluya “otra forma de mirar”.

Actualmente hay muchos artistas que trabajan en la creación de un modelo de sociabilidad que se formaliza a través de relaciones inter-humanas. En este tipo de trabajo está implícita la idea de que la obra genera relaciones no solamente entre el artista y el observador, sino también con el espacio físico, el conjunto de personas que pueden apreciarla y pueden intercambiar puntos de vista sobre ella, en espacios que, muchas veces, se están alejado de “lo institucional” de galerías y museos.

Lo que es realmente interesante en este tipo de “actuaciones” es que están creando grupos de discusión y acciones en la ciudad, creando relaciones, no únicamente entre el mismo grupo de artistas sino con un público, una comunidad y un determinado contexto sociocultural. Tal vez sea este el momento de acercarnos a esa era de “dulce utopía", por utilizar un pensamiento de Mauricio Cattelan.

El proyecto de LA NAVE SPACIAL se ubica en una nave “industrial” de El pelícano, un “corral de oficios” donde se agrupan diferentes trabajadores y artesanos y que constituye un lugar casi único en la ciudad. Es un espacio para la creación actual en el que se pueden dar cita actividades de muy diversa índole, desde exposiciones de pintura, fotografía, obra gráfica y escultura, intervenciones específicas, lecturas de poesía, presentaciones de libros, conferencias, proyecciones de video y cortos, etc.

Desde el proyecto somos conscientes de que el Arte no puede estar encerrado en los estudios de los creadores, pero tampoco en los espacios “convencionales” de museos y galerías de arte. Se tiene que hacer un esfuerzo para hacerlo llegar a la mayor cantidad de gente posible, sobre todo a esa gente que no frecuenta habitualmente estos espacios, o no los frecuenta nunca, pensando que el arte contemporáneo no les va a decir nada. Esta gente, precisamente, es la que más nos interesa en nuestro proyecto y de una manera particular los habitantes de nuestro barrio.

Para hacer esto realidad estableceremos contactos con el Centro Cívico de la zona y con los colegios, asociaciones, etc. Organizaremos, para que nuestro deseo no sea solo una buena intención, visitas guiadas a las exposiciones, charlas, cursos y un taller de Arte-Terapia. En verano se organizarán cursos de arte para niños y niñas del barrio.

En la actualidad un espacio para el Arte Contemporáneo se ha de definir más bien como un espacio cultural multidisciplinar, donde tengan cabida todas las manifestaciones de la cultura, desde las artes visuales, hasta las escénicas, pasando por la literatura o el cine.

La creación contemporánea está adoptando unos lenguajes y unas vías de mostrarse y manifestarse que parecen buscar unos significados y unas narraciones cada vez más alejadas de lo convencional, o al menos así lo llamaremos, para entendernos. Las escénicas y a las sonoras, sobre todo a estas últimas, aparecen cada vez más ligadas a lo más actual. Aunque esto no es nada nuevo, desde mediados del siglo pasado movimientos como Fluxus hacían del objeto, la imagen y el sonido un todo estético indisoluble, elaborando un discurso único.

La sociedad está cambiando y por tanto el arte, como expresión de vivencias, también lo está haciendo. Lo está haciendo como expresión y como representación. Tal vez estemos asistiendo a una cierta desaparición del arte tal como lo hemos venido entendiendo hasta ahora y tengamos que volver la vista y el entendimiento hacia nuevos soportes y nuevos espacios que den cabida, sobre todo, a nuevos mensajes y nuevas formas de relacionarse con el público.

En la actualidad creadores y gestores buscan nuevos territorios para el arte. Hangares, galpones, almacenes… se están convirtiendo -como apunta acertadamente Nicolas Bourriaud- en contenedores idóneos para unos lenguajes que defienden nuevas propuestas. En el caso español, por ejemplo, están surgiendo desde hace algunos años nuevos espacios que tratan de alejarse a lo “establecido”, por el deseo de poder mostrar lo más actual, pero también por la necesidad de atraerse al nuevo público. Espacios, colectivos y asociaciones que plantean una nueva forma de hacer y de exponer.

martes, 30 de septiembre de 2008